Para
el trabajo de investigación social, el cual consistía en ir a un lugar que no
conociéramos y observar de una manera detallada para después hacer el escrito,
junto con mis amigas, Nicole Guzmán y Ximena Sánchez, decidimos ir a una
fundación del ICBF en la vereda Fagua de Chía.
El
miércoles 21 de marzo, mi compañera Nicole fue a hablar para que nos
permitieran el ingreso el viernes y lo único que le dijeron fue que la
llamarían para cuadrar las visita, pero no llamaron. Así que el viernes 23 de
marzo, aprovechando que salíamos temprano, fuimos a las 10:00 a.m,
aproximadamente, a la fundación para preguntar si era posible ir después del
almuerzo y poder compartir con los niños. Aunque, cuando salimos de la
universidad yo pensé que íbamos a ir primero a la casa de Nicole, ya que vive
cerca de la fundación, pero resultó no ser así y cuando nos bajamos del carro
me sentí un poco confundida, después Nicole no contó el objetivo de esta
parada.
La persona que nos abrió la puerta fue Sandra, una de las educadoras del lugar. Las educadoras son las señoras encargadas de que los niños hagan sus tareas, de cuidarlos y siempre están ahí con ellos. Desde el inicio Sandra fue muy amable y carismática, al comentarle en lo que consistía el trabajo dijo que tal vez no podría ser posible, pero llamó a Marlene, la dueña del lugar, quien dijo que se necesitaba una carta de la universidad. Después de esa noticia pensé que ya no nos permitirían ir, pero Sandra nos dio el número de Marlene para hablar con ella y explicarle directamente lo que íbamos a hacer. A pesar de que Sandra nos dio el número de una manera muy amable nos dijo entre risas que le dijéramos a Marlene que nos había tocado insistirle para que nos lo diera, ya que a ella no le gustaba que le diera el número a las personas.
Hablamos con Sandra desde que cruzamos la puerta de la entrada y caminamos hacia delante por medio de un camino de tierra que estaba bordeado de piedras blancas, que le daban forma al camino que estaba en medio de unas zonas amplias de pasto, hasta un árbol que tenía alrededor una especie de jardín con unas flores rojas y en la mitad de este había una estatua religiosa, la cual no pude identificar bien. Solo sabía que era religiosa, pues el lugar, desde el nombre de la fundación, hasta el nombre de los hogares de los niños eran religiosos (San Gabriel, la casa de los niños y Santa Ana, la de las niñas), incluso en cada habitación había un crucifijo.
El lugar era muy grande y con bastantes zonas verdes, desde que entramos me pareció muy agradable y tranquilo, se alcanzaba a escuchar el canto de los pájaros. Además, había varios árboles, flores y al lado derecho de la entrada tienen una huerta donde cultivan mora y uchuvas.
Para hablar por teléfono con Marlene, Sandra nos dijo que podíamos que hacerlo en unas mesas hechas de madera y con llantas grandes pintadas de diferentes colores y en el medio una tabla para tapar el hueco de la llanta, las cuales estaban ubicadas al frente de una edificación rosada que queda al lado izquierdo de la entrada, desde fuera se podía ver que era la cocina, aunque en la tarde, con una actividad que hicimos, me di cuenta que en parte del primer piso y todo el segundo piso estaba el comedor. Marlene nos dijo que sí podríamos y solo debíamos enviar un correo.
Después de hablar con la dueña del lugar tuvimos que buscar a Sandra para que nos abriera la puerta para salir, no sabíamos dónde estaba, pero fuimos a buscarla a una de las edificaciones que estaba al otro lado de las mesas, habían muchas puertas, pero ninguna era la que daba al lugar en el que estaba Sandra, así que nos asomamos por una ventana del salón en el que estaba Sandra con algunos niños, el salón tenía 4 computadores y 10 escritorios, empezamos a golpear la ventana para llamar la atención de Sandra, aunque eso no fue lo que logramos, todos los niños nos vieron, menos Sandra, por lo que decidí empezar a hacerle señas a los niños para que llamaran a Sandra y eso funcionó.
Salimos y fuimos a la casa de Nicole para hacer unos brownies, los cuales llevamos en la tarde para compartir con los niños. A las 3:00p.m salimos caminando hacia la fundación con la bandeja de brownies y una bolsa llena de películas, de lo pesada que iba la bolsa se me hizo eterno el camino, lo que me hacía sentir cada piedra del camino. Cuando llegamos le entregamos la bolsa Sandra.
Después, nos reunimos con los niños en el segundo piso del comedor. El salón del comedor era completamente cerrado, lo que hizo que el calor del día se concentrara más en el lugar, pero eso no fue un impedimento para que pudiéramos empezar a conocer a los niños. Uno vez estaban habían llegado todos, ya que estaban viendo el partido, les dijimos que compartiríamos esa tarde con ellos y repartimos el brownie. A medida que íbamos repartiendo me causó mucha curiosidad que los niños no comían, pues a cualquier edad el dulce es irresistible, después Vicky, otra de las educadoras, nos dijo que les debíamos dar el “buen provecho” para que empezaran a comer. En ese momento pude ver la unión que tienen entre ellos y cómo los grandes cuidan de los más pequeños.
Al principio me imaginaba que los niños iban a ser callados y solitarios porque el nombre de la fundación es Niña María, humanización del servicio de salud mental, pero conocimos a Yerson, un niño muy alegre de 10 años, que hizo parte del grupo de niños que llegó el miércoles en la noche, nos mostró un mini-lego, así le llamaba, y dijo que también tenía un carro lego, el cual le dieron el día que llegó, y es que cada vez que un niño llega a la fundación (sin importar si es nuevo en este proceso o si viene de otra institución) le hacen una bienvenida con todos los niños y le dan un muñeco. Muchos niños nos dijeron que les gustaba el inglés, así que les pregunté qué sabían en inglés, y Yerson, en medio de su inocencia, respondió alegremente: ¡YES!, lo que me causó mucha risa.
Como ese día juagaba la selección Colombia contra Francia, un partido que a pesar de ser amigable mueve a todos los colombianos y como los niños de la fundación no podían ser la excepción, decidimos ir a verlo con ellos. Ese día nos acompañó Gabriela Guzmán, hermana de Nicole, entonces nos dividimos dos y dos, para que unas fueran con los niños y otras con las niñas, pues no pueden estar juntos en los hogares.
Yo fui al hogar Santa Ana con Nicole, al subir las escaleras y entrar vimos a Mónica en su cuarto, así que decidimos entrar y nos mostró todos sus peluches, los cuales los tenía en una cama solamente para ellos, en el cuarto había 3 camas, aunque solo tiene otra compañera de cuarto. Después fuimos al cuarto de Michelle que quedaba al frente de el de Mónica, Michelle es una niña de 17 años, le gusta la música, según las otras niñas, canta muy bien, además sabe tocar la guitarra y el piano. No nos pudo cantar ya que estaba enferma y le dolía un poco la garganta.
Fuimos a la sala donde tienen el televisor para ver el partido, solo estábamos con Michelle y Mónica. Al inicio estaban un poco calladas, pero cuando empezamos a hacer comentarios del partido y de los jugadores entraron en confianza. Ellas dos son de las niñas grandes del instituto y nos contaron que antes estaban en la sede de Albán, un pueblo que queda a 15 minutos de Facatativá, esa sede era mucho más grande y aburrida porque no tenía tanto espacio para compartir con la naturaleza, aunque había más niños, alrededor de unos 200.
Yo me imaginaba que los niños que estaban en fundaciones como esta no podían salir, pero los niños tienen la posibilidad de ir a un colegio que cuenta con tres jornadas (mañana, tarde y noche) los que están en decimo y once van de 6: 00p.m – 10: 00p.m caminando, ya que el colegio queda a dos cuadras y cuentan con una chaqueta gruesa perfecta para el frio de esas horas.
Estábamos hablando con Michelle, una morena alta con abundante cabello rizado que viene de Putumayo, y nos dijo que debido a la situación que estaba viviendo en su casa trató de quitarse la vida 4 veces. Lleva alrededor de 3 años en la fundación y en la otra sede tenía un novio, al que ahora solo ve cuando tienen cita médica en Facatativá, pero que siempre recuerda con un dibujo grande en una cartelera blanca que le dio cuando cumplieron mes, un dibujo hecho a lápiz de una pareja de animes. Va en décimo grado y le gusta mucho la física, química y trigonometría.
Por otra parte, Mónica, una paisa que ya perdió su acento, aunque a veces le salen palabras características de esta región, nos contó que ella lleva 5 años en la fundación, que al principio estaba con su hermana pero a ella la adoptaron y la llevaron a Estados Unidos, la pudieron haber llevado a las dos pero que ella simplemente no se quiso ir, a medida que nos contaba su historia se notaba cuanto extraña a su hermana, la cual se hizo un tatuaje con su nombre en la espalda y a veces hablan por teléfono o por redes sociales y esto lo pueden hacer yendo a la área administrativa y le dicen a una de las señoras que quieren hacer una llamada y ellas le pasan el celular ya que no les es permitido tener celular, solo Ipad o PSP. Nos contó que quiere estudiar diseño y siempre le pregunta a su profesor de química que para qué le servirá esta materia en su carrera. Entre sus planes para este año está entrar al coliseo de la luna para entrenar patinaje, un deporte que entrenaba cuando pequeña y que aún le gusta.
Cuando se acabó el partido pusimos música en el televisor mientras dejaba de llover para salir y jugar todos, y con la música llegaron dos niñas que llegaron el miércoles de esa semana y empezaron a bailar y cantar las canciones, se sabían todas las canciones que pasaban, algunas canciones nunca las había escuchado. Sara, una de las niñas, nos habló de su hermano que está en Villeta, le quisimos preguntar por qué había llegado a la fundación, pero Michelle nos dijo que los pequeños no sabían eso.
Una de las niñas nos mostró su pasión y habilidad para colorear, los dibujos que había hecho esa tarde se los iba a regalar a María José, una amiga que también está en la fundación, y nos contó que a pesar de que pelean mucho se quieren y es que así, normalmente, somos los hermanos. En mi parecer esos niños se van volviendo una familia, pues todo el tiempo que comparten hace que se conozcan más, aunque conocen los defectos de los demás, sus cualidades van por encima de ellos.
Cuando salimos jugamos fútbol, “la oyita” y, con el que más nos divertimos, el corazón de la piña. Algo que nunca he podido entender es cómo a los niños no les duele jugar futbol en chanclas y eso volvió a pasar por mi mente al ver a los niños de la fundación jugando así, es que para entrar a San Gabriel se deben quitar los zapatos y ponerse unas chanclas y cuando salieron no se las quitaron para jugar. Después de este momento de diversión y cuando el cansancio llegó nos sentamos y hablamos. Camilo, un niño de 15 años con los ojos verdes y una gran sonrisa, nos contó que su mamá biológica lo entregó a su mejor amiga a penas el nació, pero fue hasta los 12 años que él se enteró que había sido adoptado y una de las cosas que me hizo ver lo fuerte que es Camilo es que nos dijo “a mí no me da pena decirlo, mi mamá biológica es una prostituta”, que de día era una señora y para lo noche se arreglaba y se transformaba en otra. Camilo se fue a vivir con su madre biológica por dos años, según él, los peores de su vida. En estos años él debía cocinar y arreglar la casa, un día que tenía dolor de cabeza no hizo nada y cuando su mamá llegó, lo regañó y le pagó una cachetada, después de eso, empezó su proceso en la fundación.
Michelle solo nos dijo que su historia era parecida, aunque no nos la contó. También hablamos de padres divorciados y una niña, de 8 años aproximadamente, dijo: por lo menos conocieron a su papá, cuando yo nací él ya se había ido. Eso lo dijo normal, sin ningún dolor, se podía ver la aceptación y la madurez de esta niña frente al tema.
Otra de las tantas cosas que hablamos fue de tatuajes, Mónica nos mostró unas letras que tiene en las manos, una M y una C, una en cada mano, las cuales significan su nombre y el de su ángel, Carolina. Un ángel es una persona que decide apadrinar a un niño de la fundación para apoyarlo, cuidarlo y salir con él. Carolina fue durante dos años el ángel de Mónica hasta que se la quitaron sin saber por qué.
Mónica nos dijo que le gustaría hacerse un león grande en la pierna izquierda, ya que este es un animal que, para ella, significa libertad, la manera en que lo dijo, tocando su pierna imaginando el león, reflejo su deseo de poder salir un día de la fundación siendo alguien grande, más de lo que ya es. Al escoger su pierna izquierda para el tatuaje, teniendo en cuenta lo visto en las primeras clases de investigación social, se podría decir Mónica tiende a seguir pensando en su pasado.
Todos estos niños son unas personas muy valientes porque a pesar de los momentos duros con los que la vida los ha golpeado ellos siguen entregando una sonrisa y toda su alegría a las personas con las que se rodean, lo que me hace reflexionar las tantas veces en las que uno se queja por cosas insignificantes y cuando me peleo con mis papás, y estos niños lo darían todo por tener una familia y unos padres que se preocupen por ellos.
Es importante tener en cuenta que a los niños no les falta nada, tienen todo. Además, que las instalaciones de la fundación hacen que sea un espacio agradable y como para ellos. Como dijo Sandra “ellos viven hasta mejor que uno”
Cuando el cielo ya estaba empezando a oscurecerse llamaron a los niños a comer. Cuando estaban haciendo una fila al frente de la edificación de la cocina y el comedor nos despedimos, les dimos las gracias por dejarnos compartir esa tarde con ellos. Vicky nos abrió la puerta y nos dio las gracias por ir, a pesar de que los niños quedaron muy felices con nuestra visita, nosotras aprendimos de ellos, salimos alegres y con el corazón satisfecho de allí.
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